En una entrada anterior intenté explicar qué es y cómo funciona Blockchain o cadena de bloques. En esta entrada voy explicar cómo podrían beneficiarse los clientes de las compañías eléctricas.

Uno de las aplicaciones más interesantes de la cadena de bloques son los contratos inteligentes (smart contracts). Mientras que un contrato tradicional se limita a recoger el acuerdo entre las partes, un contrato inteligente va un paso más allá y hace que se cumpla lo acordado ejecutando él mismo los pagos, reembolsos o transferencia de bienes acordados. Para ello, el contrato se convierte en un programa de ordenador que de manera automática verifica el cumplimiento de las condiciones del contrato y automáticamente ejecuta lo que se haya estipulado. Los contratos inteligentes suelen estar limitados a acuerdos muy específicos y concretos y la tecnología de cadenas de bloques asegura su cumplimiento sin que haya confusiones ni oportunidad para posteriores litigios. Los contratos inteligentes abaratan los costes al no necesitar de intermediarios supervisores (notarios o abogados), agilizan el proceso y permiten una auditoria inmediata. Una plataforma de cadenas de bloques que permite la gestión de contratos inteligentes es Ethereum.

Los contratos inteligentes aplicados a la distribución de energía podrían desempeñar las funciones de los algoritmos de control que se encargan, por ejemplo, de desviar el exceso de energía hacia los recursos de almacenamiento o de tomar energía de ellos cuando haya necesidad. Una primera aproximación a los contratos inteligentes en el ámbito energético es POWR de la start-up Oneup. Se trata de un prototipo que funciona en un vecindario cuyas casas disponen de paneles fotovoltaicos. La energía que no es consumida en la propia casa se ofrece a los vecinos y es facturada mediante un sistema basado en la cadena de bloques. El contador de cada casa está conectado a un pequeño ordenador (un Rasperry Pi) con acceso a la red de datos. Cada Rasperry Pi alberga una copia del contrato inteligente que continuamente comprueba si se dan las condiciones estipuladas en el contrato. En cuanto se cumplen, bien sea para suministrar energía, bien sea para recibir energía, el contrato inicia la transferencia de energía de manera automática y realiza los pagos o cobros correspondientes en su propia criptomoneda.

Otro ejemplo lo encontramos en Nueva York. El proyecto Brooklyn Microgrid consiste en crear una microrred entre vecinos del barrio. Estos instalan paneles solares en sus tejados con la intención de autoabastecerse de energía y asegurarse el suministro en caso de apagón. Sin embargo, también pueden vender a sus vecinos la que les sobra o comprarles a ellos su excedente en caso de necesidad. Este mercado entre pares es posible gracias a la tecnología de TransActive Grid, un proyecto de LO3 Energy y ConsenSys basado en Blockchain, concretamente en Ethereum. El proyecto estudia cómo podría llegar a ser una red de distribución gestionada autónomamente por una comunidad de usuarios. En el futuro podría llegar a ser una cooperativa formada por los vecinos y que fuera la dueña de la microrred.

Pero mientras los contratos inteligentes en la distribución de energía se hacen realidad, ya hay en marcha proyectos demostrativos de las posibilidades de la cadena de bloques en el sector energético. El primer ejemplo lo encontramos en Sharge. Se trata de facilitar la recarga de un coche eléctrico en cualquier enchufe particular, de manera que podamos recargar nuestro coche en una casa ajena. Las personas en la red instalan en su casa un pequeño aparato llamado Sharger al que se enchufa el coche. Este aparato contiene la electrónica que ejecuta Blockchain. Una idea muy similar se está desarrollando en el marco del proyecto BlockCharge, que involucra a las empresas Slock.it y RWE. En ambos casos el objetivo es desarrollar un sistema de pagos para la recarga de vehículos eléctricos que incluye una moneda virtual, no necesita contrato y tampoco intermediarios.

También hay iniciativas que utilizan una criptomoneda para recompensar a los productores de energía solar, como “solarcoin”. Otras iniciativas se acercan al Internet de las Cosas al facilitar el intercambio de energía entre máquinas, como es el caso de Solether.

Blockchain es una tecnología que podría beneficiar a los usuarios de energía eléctrica y podría fomentar el uso de las energías renovables. También daría más importancia al consumidor en el sistema eléctrico. A la vez que la tecnología se prueba y desarrolla, habría que ir pensado en las normas legales que frenarían la adopción de esta tecnología y que deberían ser modificadas.

Sergio Sanz Bedate
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