Nikola Tesla, visionario ingeniero y físico del siglo XIX, dedicó gran parte de su vida a la transmisión inalámbrica de energía del mismo modo que se hacía con la radio. Fue probablemente el primero que imaginó un mundo conectado describiéndolo con estas palabras: “Cualquier persona, en mar o en tierra, con un aparato sencillo y barato que cabe en un bolsillo, podría recibir noticias de cualquier parte del mundo o mensajes particulares destinados solo al portador; la Tierra se asemejaría a un inconmensurable cerebro, capaz de emitir una respuesta desde cualquier punto”.

¿No es el ahora llamado Internet de las Cosas (IoT) un gran paso hacia ese “inconmensurable cerebro”? Para aquellos que nos dedicamos a las nuevas tecnologías, ¿no debería la expresión “cualquier persona”, motivarnos a no excluir a nadie del mundo conectado, ya sea por razones económicas, sociales o de diversidad funcional?

“Internet de las Cosas” es una expresión que hoy cuenta con infinidad de descripciones, pero podemos concretar que es un término inventado en 1999 por Kevin Asthon, co-fundador del MIT y creador de un sistema estándar global para RFID y otros sensores. Utilizó el término IoT para describir un “sistema donde Internet está conectado con el mundo físico a través de sensores ubicuos”.

Una de las descripciones más formales encontradas pertenece al Cluster of European Research Projects (IERC, 2009) que lo define como “una infraestructura de red global y dinámica con capacidad de auto configuración basada en protocolos de comunicación estandarizados e interoperables donde las cosas (things) físicas y virtuales tienen identidades, atributos físicos, personalidad virtual, y haciendo uso de interfaces inteligentes se integran perfectamente en la red de información”.

Más recientemente, Diego Soriano (CENTAC) ponía palabras un poco más amables y accesibles el concepto de IoT: «De forma resumida, IoT es la tecnología que permite emplear de forma conjunta, sencilla y barata gran cantidad de elementos electrónicos conectados a Internet».

Si unimos estas ideas con los siguientes aspectos tecnológicos:
•    la gran cantidad de sensores y wearables disponibles y en fases de diseño
•    el uso de tecnologías como Big Data y Cloud para analizar, gestionar y almacenar los datos generados por estos dispositivos

Internet de las Cosas nos proporciona elementos suficientes para crear productos y sistemas capaces de facilitarnos la vida al poder interactuar con el mundo que nos rodea sin tener que estar conectados a él a través de cables (avisos en nuestro smartphone, tablet o pulseras desde los dispositivos que nos rodean, posibilidad de interactuar con los electrodomésticos y elementos de seguridad de nuestra casa desde una ubicación diferente). Como veremos en próximos posts, ese “facilitarnos la vida” del IoT puede resultar especialmente útil y significativo para personas con discapacidad y suponer un avance en su independencia.

Por una parte, tenemos aquellos productos de carácter general que abren campos de aplicación a diferentes colectivos y, por otro, soluciones creadas específicamente para personas con alguna discapacidad y que, en la línea de la reflexión que siempre hacemos, evolucionarán facilitando la vida al público en general.

La semana que viene seguiremos analizando los diferentes escenarios de aplicación del IoT al mundo de la discapacidad. Además de todo lo relacionado con el “hogar conectado”, veremos algunos ejemplos concretos de aplicación que ya están en el mercado.

Susana San José Alonso
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