En los últimos años la definición del microbioma humano se ha postulado como una herramienta esencial para la medicina, farmacia, nutrición y otras disciplinas con el objetivo de entender el papel que tienen los microorganismos presentes en el organismo sobre la salud y la inmunidad. De hecho, el microbioma afecta al envejecimiento, la digestión, al sistema inmune, al estado de ánimo y a las funciones cognitivas.

Pero, ¿qué es el microbioma?

Existen distintas definiciones para este término. Coloquialmente, diremos que el microbioma humano es el conjunto de microorganismos (microbiota) y sus genes que se encuentran en nuestro organismo.

La investigación del microbioma comprende un campo de la ciencia asociado principalmente a los avances en la secuenciación del ADN/ARN y a la biología computacional. De este modo, el microbioma puede definirse como el contenido genómico de todos los microbioorganismos recuperados de un hábitat o ecosistema (por ejemplo; de saliva, heces o piel).

El estudio del microbioma se remonta al siglo XVII con el desarrollo de los primeros microscopios y los inicios de la ciencia de la microbiología. Sin embargo, ha sido en los últimos años cuando se ha producido el desarrollo de métodos rápidos de secuenciación, la reducción de los costes asociados a estas técnicas y el desarrollo de técnicas de manejo de datos, lo que ha permitido definir con más precisión el microbioma y sus constituyentes.

¿Por qué es importante?

Si tenemos en cuenta que el número de microorganismos que habitan en nuestro cuerpo está entre 10 y 100 billones (diez veces superior a nuestro número de células), que podemos contar con más de diez mil especies distintas y que los tipos de microorganismo varían mucho entre distintas personas, podemos pensar que el microbioma tiene un papel especial en nuestra salud. De hecho, el conocimiento de estos microorganismos, de las funciones de sus genes, de sus rutas metabólicas y regulatorias está ya permitiendo desarrollar estrategias para prevenir enfermedades y mejorar el estado de salud general.

Sin embargo, el microbioma de cada persona no es algo estático. Los desequilibrios nutricionales, el estilo de vida, el uso (y abuso) de antibióticos, la baja exposición a patógenos (o el exceso de higiene) modifican permanentemente nuestro microbioma.

Y ¿cuál es su relación con la dieta?

Existe una clara relación entre lo que comemos y el balance de nuestra flora autóctona que repercute directamente en nuestro estado de salud. De hecho, resulta interesante que las modificaciones en la dieta van siempre acompañadas con cambios en la microbiota y el enriquecimiento de sus correspondientes genes.

Dietas equilibradas pueden promover una microbiota propia adecuada y bien estructurada y, por el contrario, alteraciones de la composición de nuestra microbiota o reducción de algunos de los microorganismos que componen la diversidad de ésta, incrementan el riesgo de padecer enfermedades relacionadas con el estilo de vida como alergias, diabetes, obesidad y/o síndrome del intestino irritado. Además, un estado prolongado de estas situaciones se ha relacionado con alteraciones metabólicas.

Estudios recientes han demostrado que existen diferencias notables en la microbiota de las personas que siguen dietas ricas en carne frente a las que siguen dietas y estilos de vida más ancestrales, basados principalmente en el consumo de vegetales. Hay estudios que sugieren que un tipo de dieta rica en proteínas y grasa animal está asociada con una determinada flora mientras que dietas más ricas en carbohidratos se asocian con la prevalencia de otro de tipo de flora. Estas diferencias se han relacionado con el riesgo de desarrollar enfermedades como la aterosclerosis.

La malnutrición por exceso y por defecto tiene un impacto directo en la microbiota que favorece alteraciones de la misma que, finalmente conllevan a problemas asociados con incremento en la inflamación y problemas metabólicos. Se ha observado una fuerte influencia en las dietas pobres en nutrientes, en especial aquellas pobres en determinados aminoácidos, en la incidencia positiva de inflamación intestinal. Así mismo, la patogénesis de diversas enfermedades está asociada a determinados componentes de la dieta que promueven desórdenes en la microbiota.

Por tanto, cuanto mejor balanceada está la dieta, más diversa es la microbiota. Así, la intervención a través de dietas personalizadas, mejora la respuesta en individuos con baja riqueza de microbioma.

Y entonces, ¿se puede mejorar?

Sin duda, ¡se puede! La importancia de la alimentación, el equilibrio nutricional y estilo de vida tienen influencia directa en la composición de nuestra microbiota y de su actividad y, por tanto, directamente sobre nuestra salud. De esta relación surge el interés por desarrollar nuevas estrategias para personalizar nuestra dieta.

Con M de microbioma y con M de malnutrición de la que hablamos en nuestro post anterior, nos queda decir, también con M, que… MEJOR sí lo podemos hacer: mejorar nuestra alimentación y nuestro estilo de vida.

Belén Blanco Espeso
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