Os pongo en una situación real: hace ya unos cuantos años (allá por los 90), una tarde de confesiones con una amiga, me miró muy seria y me dijo: “¡Tía, me cuesta horrores adelgazar!, mi médico dice que la verdura me engorda y lo peor es que ¡me encanta!”. En ese momento, el comentario me pareció tan absurdo que no sabía ni qué decir… Hoy casi 20 años después, he entendido que mi amiga (claramente una visionaria) me estaba hablando de genómica nutricional o nutrición personalizada.

Como sabemos, cuando se realizan estudios de intervención dietética, los resultados que se publican son los valores medios de todos los individuos que han participado en el estudio. Pero ¿qué encontraríamos si analizáramos los resultados del estudio de forma individual? Pues que en algunas personas un cambio en la dieta no produciría ningún efecto (hipo-respondedores), en otras produciría un efecto medio (normo-respondedores) y en otras el efecto sería mayor del esperado (hiper-respondedores).

Durante las últimas décadas hemos pasado de creer que la dieta produce el mismo efecto en todos los individuos, a aceptar que los cambios en la dieta están en parte causados por las diferencias interindividuales del genoma humano.

Y eso es justamente lo que hemos vivido en los proyectos de alimentación desarrollados en CARTIF. Si echamos la vista atrás, llevamos 20 años diseñando alimentos funcionales e incluso colaborando en estudios de intervención en humanos con el objetivo de comprobar su eficacia. Sin duda, el Proyecto CENIT HIGEA (2007-2010) supuso un antes y un después en el diseño de alimentos con efectos beneficiosos para salud. En este proyecto nos ocurrió como al Dr. Brand en “Interestelar”: nos faltaban variables para resolver de forma óptima nuestros ensayos de intervención. ¡No habíamos contemplado que la respuesta a los alimentos varía en función de las características específicas de cada persona! De hecho, en un ensayo de intervención realizado en HIGEA, obtuvimos que el consumo de una barrita enriquecida en omega-3 solo producía una mejora en el perfil lipídico y el patrón inflamatorio en hombres pero no en las mujeres que participaron en el estudio.

Con estos antecedentes, en el año 2014 comenzamos a trabajar en el Proyecto PRIMICIA. En este caso, por primera vez obtenemos ingredientes y alimentos saludables (galletas, zumos, mermeladas, y pasta) teniendo en cuenta el perfil genético de la población. Cabe mencionar, que aunque los avances en el conocimiento y tecnologías desarrolladas en el ámbito del genoma humano han sido espectaculares durante los últimos años, la genómica nutricional es todavía una disciplina reciente y existe cierta confusión.

El Proyecto PRIMICIA es solo el comienzo en el desarrollo industrial de alimentos eficaces orientados a mejorar la salud de las personas de forma personalizada. Propongo entonces completar la famosa frase “somos lo que comemos” diciendo: “Somos los que comemos porque esto determina qué genes se expresan” y como además tengo el gen “madre” añadiría: “¡así que, cuidadito!”

María Morillo Cabello
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